La fuerza del beso.
¿Sabías que los besos también tienen sus propias reglas y leyes? En realidad, no es tan serio, pero los científicos, siempre dispuestos a investigar todo, han estudiado el beso.
El papel principal en un beso lo desempeña el aroma. Cuando una persona busca una pareja, inconscientemente elige a alguien cuyo olor es diferente al suyo. Esto indica una compatibilidad en el complejo principal de histocompatibilidad (CMH), que juega un papel importante en la formación de la inmunidad. Un estudio realizado en Estados Unidos en 2008 con la participación de 400 parejas demostró esto. Padres con CMH diferentes daban a luz a niños con un sistema inmunitario robusto. Es decir, los besos son una forma de identificar a una pareja adecuada para tener descendencia.
¿Cómo surgió el beso?
La primera mención de los besos se remonta al año 1500 a.C., entre los indígenas que se frotaban las narices entre sí. Se cree que luego pasaron a los labios y descubrieron que besar era agradable. Además, la lactancia materna es uno de los primeros procesos placenteros que la mayoría de las personas experimentan desde el nacimiento. Para los bebés, es un proceso reconfortante que generalmente ocurre en un entorno seguro y tranquilo. Al crecer, los niños asocian el suave roce de los labios contra un objeto cálido y suave con sensaciones de protección y amor.
Los beneficios de los besos
Los besos aumentan la inmunidad. Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos en 2014 reveló que las parejas que se besan tienen una microbiota similar en la saliva y en la lengua, ya que en ese momento intercambian microorganismos, construyendo así una resistencia a diferentes tipos. Además, los besos ayudan a producir oxitocina, que aumenta el vínculo con la pareja. Por eso, se recomienda besar durante al menos 6 segundos y abrazar durante al menos 20.
Además, los besos aumentan la actividad cerebral. Un estudio realizado en 2014 en Alemania, con la participación de 15 parejas, mostró que la actividad cerebral aumenta durante un beso con la pareja. Los participantes del experimento no solo besaban a sus parejas, sino que también se besaban a sí mismos en la mano y resolvían mentalmente problemas aritméticos simples durante el proceso.
También hay un estudio realizado en 2014 en Estados Unidos que demostró que es recomendable besar en la segunda cita. Aquellos que siguieron este algoritmo tuvieron relaciones más largas que quienes lo hicieron en la primera cita.