Familia

Carta de una mujer de 83 años a su amiga de 60 años.

La clasificación de la Organización Mundial de la Salud establece: de 60 a 74 años – esto es la edad avanzada, de 75 a 90 años – esto es la vejez.

Sin embargo, como es bien sabido, la edad se manifiesta en todas las personas de manera diferente y en diferentes momentos. Esto se explica por una multitud de factores, incluyendo la genética, el estilo de vida, la salud y el entorno.

Aun así, 83 años y 60 años – son diferentes grupos de edad. De hecho, son diferentes generaciones, padres e hijos. Y esta carta se puede considerar como un sabio consejo de una madre de 80 años a su hija.

Así es exactamente como lo percibí, como un buen consejo de mi madre anciana, que dejó este mundo a los 83 años…

Carta de una mujer de 83 años

Hoy tengo 83, y quiero compartir contigo un pensamiento importante que he aprendido a lo largo de mi vida. Ahora tienes 60, y estaría feliz si alguien me hubiera enviado una carta así hace 23 años…

Ahora leo con más frecuencia – y limpio el polvo con menos frecuencia.

En el chalet, puedo pasar horas sentada en el porche disfrutando de la vista – ahora no me importa que haya malas hierbas en el huerto.

Sigo trabajando, pero no aconsejo a nadie pasar demasiado tiempo en ello – el tiempo con la familia es mucho más importante…

La vida debe disfrutarse, no simplemente «vivirla».

Es sorprendente lo claro que se ha vuelto mi pensamiento ahora, cuando ya no se puede cambiar nada…

Ya no intento ahorrar en cada compra.

He comenzado a usar todos los manteles, sábanas y vajillas más hermosos cada día, y no solo en «ocasiones especiales».

Me he dado cuenta de que no hay que esperar una «ocasión especial» para usar los perfumes más queridos y caros. Es un sentimiento sorprendente: perfumarme cuando voy al banco o al médico.

Ya no me enojan esas pequeñas cosas que tan a menudo solían arruinar mi humor antes: las tareas del hogar sin terminar, los cajeros poco amables en el supermercado o un tanque de inodoro que gotea.

Ahora llamo a mis hijos más a menudo y no entiendo cómo pude ofenderme con ellos por algo. Trato de aprovechar cada oportunidad para disculparme por algo en una conversación con amigas.

Intento alegrarme por cada pequeña cosa, como un niño, decirle a la gente con más frecuencia cuánto les agradezco, y simplemente elogiar lo que me gusta de ellos.

Los años que nos quedan a cada uno de nosotros son un regalo, no algo de lo que se supone que aún «tenemos».

Nadie nos ha garantizado nada, ni siquiera el día de mañana. Nadie nos debe nada. Cada paso es solo nuestra elección.

Y cada mañana, al abrir los ojos, me digo a mí misma que hoy es un día especial. Cada día, cada minuto, cada respiración es un verdadero regalo de Dios.

Deja una respuesta