Estilo de vida

Si tienes entre 55 y 75 años: sigue las 7 reglas de oro para cada mujer…

Después de los cincuenta, el mundo parece cambiar a otro modo. Como si fueras la misma persona, pero las sensaciones son nuevas: algunas cosas se han vuelto insoportables, y otras, por el contrario, han dejado de inquietar. Es como si externamente nada hubiera cambiado — las mismas paredes, las tazas, el televisor en la esquina — pero internamente, muchas cosas han cambiado de estantería.

Ayer te preocupaba lo que dijera la vecina, y hoy — que hable si quiere. Antes tratabas de complacer a todos, y ahora — con que no te canses tú misma basta. Esto no es vejez, ni una cuestión de edad, ni alguna tristeza. Esto es sabiduría. Esa misma que solíamos leer en los libros, pensando: «Eso no me afectará, y si lo hace, sabré cómo manejarlo».

A lo largo de mis años como psicóloga, noté que las mujeres que permanecen vivas, ligeras y, al mismo tiempo, sabias, tienen sus propias reglas no escritas. Comparto con ustedes siete de ellas — sencillas, cálidas y, me parece, verdaderamente doradas.

1. Considera tu edad como una libertad, no como una condena

En nuestra juventud siempre se nos exigía algo: estudia, trabaja, ten hijos, edúcalos, haz carrera, establece relaciones, sé buena, no falles. Y ahora — silencio. De repente, nadie espera nada de ti. Al principio, eso asusta. Es como si ya no fueras esperada en el escenario. Pero si lo miras bien, no es retirarse entre bastidores, sino, al contrario, el inicio de un espectáculo donde, por fin, tú juegas el papel principal.

La edad de 55+ es la libertad de ser tú misma. No como madre, esposa o empleada, sino simplemente tú. Ir al mercado con un sombrero, si así lo deseas. Tomar café en el desayuno, sin la necesidad de preparar el almuerzo. No fingir que te interesa la política o una serie «sobre médicos» solo para hablar de ello con tus compañeros. Al fin puedes escucharte y no avergonzarte de ello.

La vida parece decir: “Aquí tienes tiempo. Aquí tienes silencio. Haz con ello lo que quieras”. Y es un sentimiento maravilloso, si dejas de temerlo.

2. Deja en el pasado a aquellos que ya no te alegran

Una clienta mía, a los 67 años, dijo algo maravilloso: “¿Sabes? De repente me di cuenta de que me queda muy poco tiempo para la gente con la que me resulta difícil guardar silencio”. Y es cierto. Cuando somos jóvenes, toleramos: familia, amigos de la infancia, amigas que hace tiempo se convirtieron en rivales; llevamos a todos con nosotros por cortesía, hábito, para «no ofender».

Pero después de los 55, la lujosa relación a la fuerza cuesta mucho. Y ya no estamos obligadas a pagar con nuestra energía por relaciones de las que estamos cansadas. Si después de un encuentro te sientes agotada, irritada o culpable, es una señal. Quizás sea hora de reducir esas visitas, o de dejar ir por completo.

No hay nada de malo en despedirse de alguien de manera pacífica, madura. Al liberar espacio, se les da la oportunidad a nuevas personas, nuevos encuentros, y lo más importante, a ti misma.

3. No te justifiques por cómo vives

Por alguna razón, con la edad, la gente empieza a esperar no libertad de las mujeres, sino explicaciones. ¿Por qué no cuidas a los nietos todos los días? ¿Por qué no te casaste por segunda vez? ¿Por qué no compraste una casa de campo, no haces conservas, no haces bordado?

Pero tú no le debes nada a nadie. Es tu vida. ¿Quieres tejer? Teje. ¿No quieres? No lo hagas. ¿Estás bien sola? Excelente. ¿Quieres viajar, tener un gato, aprender un idioma extranjero o simplemente relajarte en el baño con un libro? ¿Quién tiene derecho a juzgar?

En realidad, a los demás les interesa mucho menos cómo vives de lo que piensas. Pero a ti misma debe interesarte. La vida no es un examen ni un informe. Es un espacio personal que organizas a tu gusto, sin preocuparte por la opinión de los demás.

4. No trates de ser conveniente; sé auténtica

Sabes, en la juventud a menudo intentamos complacer. A los padres, para que no nos regañen. Al esposo, para que nos ame. A los colegas, para que nos valoren. A los hijos, para que no se ofendan. Y después de unos treinta o cuarenta años de vida así, de repente notas que casi no queda nada de ti en esta maratón de «conveniencia».

Si ya tienes más de 55, ha llegado la jubilación y el momento de ser tú misma. Sin esas sonrisas por cortesía, sin “bueno, ya lo haré yo misma, ¿qué más da?”. Si quieres irte temprano de una reunión, vete. Si no te gusta cómo te hablan, dilo. No tienes por qué ser buena para todos. En realidad, no le debes nada a nadie, excepto ser honesta contigo misma.

Y aquí se abre una extraña magia: en cuanto dejas de intentar gustar, aparecen a tu alrededor aquellos a quienes les gustas tal como eres. Sin endulzantes, sin máscaras, simplemente tú.

5. Cuida de ti misma no por miedo a envejecer, sino por amor propio

¿Recuerdas aquellos tiempos cuando tratábamos de ocultar las arrugas con polvo y las canas con tinte «castaño claro»? Todo eso era en el espíritu de: «¡Ay, que nadie adivine cuántos años tengo!» Ahora, después de años, me pregunto: ¿por qué?

Después de los 55, cuidarse a sí misma ya no trata de competencia. Se trata de amor. De ser agradable contigo misma. De mirarse al espejo por la mañana y decir: “Hola, hermosa”. No para esconderte bajo capas de «corrección», sino al contrario, para mostrar tu feminidad como desees. Un pañuelo más colorido, un perfume que levante el ánimo, no para nadie más, sino para ti.

La verdadera belleza a esta edad no está en un rostro joven, sino en ojos vivos. Y brillan cuando no te olvidas de ti misma.

6. No te sientas avergonzada de decir «no», especialmente a lo que te quita energía

Con el tiempo, comienzas a sentir especialmente que los recursos no son infinitos. Y no se trata solo de salud, sino también de tiempo, nervios, energía interna. Por eso, “no” se vuelve no un capricho, sino una elección sensata.

¿No quieres ir a la casa de campo de la prima porque «es necesario»? Quédate en casa. ¿No te convence que te pidan «cuidar a los nietos» toda la semana cuando apenas te sostienes? Dilo. ¿No te agrada seguir siendo amiga de una vecina que solo se queja de la vida? Perfecto, eso significa que habrá espacio para algo nuevo.

“No” no es grosería. Es cuidado personal. Y si no lo dices a tiempo, alguien más seguro dirá “sí”, pero ya a expensas tuyas.

7. Aprende a alegrarte de lo simple: no porque «queda poco», sino porque lo valioso está cerca

Cuando la vida empieza a reducir el ritmo, hay tiempo para notar las pequeñas cosas. La luz matutina en la cortina. El vapor de una taza. El caminar gracioso de un gato. Antes todo era apresurado — niños, trabajo, cocina, tareas interminables. Ahora puedes permitirte mirar y ver.

No “alegrarse porque ya es la vejez”, sino ver que la verdadera felicidad siempre estuvo en lo simple; solo antes no había tiempo para ello. Y si ahora hay la oportunidad de volver a sentirlo, entonces ha valido la pena llegar a este momento.

La sabiduría no está en entenderlo todo. Está en dejar de correr y comenzar a vivir. Aquí y ahora.

Estas son mis observaciones y reglas como mujer y psicóloga. No doradas en el sentido de ideales, sino comprobadas y valiosas. Simples, pero profundas. Y ¿sabes qué? Me hubiera gustado que alguien me las dijera hace veinte años. Tal vez no las hubiera entendido de inmediato, pero las habría recordado.

Y ahora, mirando a mí misma, a mis amigas, a las mujeres que encuentro, veo que la edad no es sobre el final. Es sobre poder ser tú misma. Sin miedo, sin carrera, ni expectativas ajenas.

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