Reflexiones de una abuela que quiere quedarse para siempre en el corazón de sus nietos…
Queridos nietos: una carta desde el corazón de vuestra abuela
A veces me siento en mi sillón favorito, ese que ya tiene la forma de mi cuerpo por tantos años de uso, y cierro los ojos para recordar. Los recuerdos vienen como olas suaves: vuestra primera sonrisa, vuestros pasos torpes, el sonido de vuestra risa llenando la casa. Es increíble cómo ha pasado el tiempo. Aún puedo sentir en mis brazos el peso de vuestro cuerpecito cuando erais bebés, y me parece mentira que ahora seáis tan grandes, tan independientes, tan llenos de vida.
Hoy quiero escribiros no como una abuela que regaña, ni como una mujer mayor que mira desde la distancia. Quiero escribiros como quien ama profundamente, como quien ha vivido lo suficiente para entender qué cosas valen la pena, y cuáles no. Como alguien que ha cometido errores y aprendido lecciones, y que lo único que desea es que vosotros viváis plenamente, con alegría, con sentido y con amor.
Primero quiero deciros esto: sois lo más bonito que me ha pasado en la vejez. Cuando nacisteis, me disteis un nuevo propósito. Ya no era solo madre, ni esposa, ni mujer jubilada. Era abuela. Y eso, hijos míos, me cambió por dentro. Me hicisteis sentir útil de nuevo, viva, querida. Gracias por devolverme tantas veces la sonrisa cuando creía que ya no tenía fuerzas para sonreír. Gracias por vuestros abrazos, por esas pequeñas manos agarrando las mías, por vuestros dibujos, vuestras palabras mal pronunciadas, vuestras historias sin lógica pero llenas de magia.
Sé que el mundo no es fácil. Yo también fui joven, aunque os cueste imaginarlo. También tuve dudas, inseguridades, momentos de soledad. Pero cada época tiene su belleza. No os apresuréis a crecer. Cada etapa merece vivirse con calma. Sed niños mientras podáis serlo, jugad, soñad, equivocaos sin miedo. Ya tendréis tiempo de ser adultos y preocuparos por facturas, por horarios, por responsabilidades.
Quiero daros algunos consejos, no porque tenga todas las respuestas, sino porque la vida me enseñó cosas que no siempre se aprenden en los libros.
Sed amables. Con todos. Con los que os quieren, pero también con los que no entienden vuestro camino. La amabilidad no siempre vuelve, pero deja huella. Una sonrisa a tiempo puede salvar un día. Una palabra suave puede cambiar una historia.
No tengáis miedo de sentir. La vida está hecha de emociones. A veces dolerá, sí, pero otras veces será tan bonita que querréis detener el tiempo. Llorad si hace falta. Reíd a carcajadas. Decid “te quiero” sin vergüenza. Abrazad sin medida. Porque nunca sabemos cuántos abrazos nos quedan por dar.
No os comparéis. Cada uno tiene su camino. No hace falta ser el mejor en todo. Basta con ser fiel a uno mismo. Buscad lo que os hace felices, lo que os mueve por dentro. Y defendedlo, aunque a otros no les parezca importante.
Valorad el tiempo. Es el regalo más valioso que tenemos. Un día, como yo ahora, miraréis atrás y os daréis cuenta de que los años vuelan. No los malgastéis. Apagad el móvil de vez en cuando. Mirad el cielo. Escuchad el silencio. Conversad con vuestros padres, con vuestros hermanos, con vuestros amigos. Y venid a visitarme, aunque sea por media hora.
No dejéis de aprender. Nunca. Ni cuando tengáis hijos, ni cuando os jubileis. Cada día es una oportunidad para descubrir algo nuevo. Una palabra, una receta, una historia. No hay mayor riqueza que una mente curiosa y un corazón dispuesto a crecer.
Cuidaros. El cuerpo es vuestro hogar. Tratadlo con cariño. No lo llenéis de cosas que le hacen daño. Dormid bien, comed sano, moved el cuerpo. Y cuidad también vuestra alma: no os llenéis de rencor, de prisas, de cosas innecesarias. De vez en cuando, parad. Respirad. Y preguntaros: ¿estoy viviendo como quiero?
Perdonad. No siempre es fácil. A veces nos hacen daño y cuesta soltar. Pero el perdón libera. No tanto al otro, sino a uno mismo. No acumuléis heridas. Dejad que sanen. Y aprended también a perdonaros a vosotros mismos. No seáis vuestros peores jueces. Todos nos equivocamos. Lo importante es qué hacemos después del error.
Elegid bien con quién compartir vuestra vida. No busquéis perfección. Buscad respeto, ternura, complicidad. Que os quieran como sois, sin máscaras. Y amad de verdad. Sin juegos, sin orgullo, sin miedo. El amor sincero es lo que más sentido da a todo.
Sé que algún día ya no estaré. Es ley de vida. Y no me da miedo. Porque me voy en paz. He vivido, he amado, he tenido la suerte de conoceros. Y mientras me recordéis con cariño, seguiré viva en vosotros.
Pero antes de que llegue ese día, quiero disfrutaros. Quiero seguir escuchando vuestras historias, aunque no entienda todos los nombres de vuestros videojuegos. Quiero que me enseñéis a usar el móvil, aunque luego lo olvide. Quiero que me pidáis recetas, que me habléis de vuestros sueños, que me abracéis sin motivo.
Porque ser vuestra abuela es un privilegio. Un regalo que no cambiaría por nada. Y cada día doy gracias por ello.
Si alguna vez os sentís perdidos, volved a leer estas palabras. Aquí está mi voz, mi cariño, mi presencia. Aquí está mi amor, incondicional y eterno.
Con todo mi corazón,
Vuestra abuela