Familia

¿Deben los padres intervenir en la vida familiar de sus hijos adultos…?

¿Deben los padres intervenir en la vida familiar de sus hijos adultos…?

No es un secreto que cuando una persona está en una relación, ve muchas cosas de manera diferente a como lo haría un observador externo. Esto se aplica tanto a lo bueno como a lo malo. Es difícil ser objetivo e imparcial cuando uno está dentro de una casa en llamas.

Hay situaciones en la vida donde una perspectiva externa puede ser un llamado de atención, puede hacer visible aquello que antes estaba en un punto ciego. Especialmente si esa perspectiva proviene de las personas más cercanas: los padres, quienes sin duda no darían un mal consejo. En el fondo, siempre escuchamos sus palabras, las analizamos, especialmente si nuestros padres tienen una experiencia positiva en la construcción de su propia familia.

A veces en situaciones difíciles son precisamente las palabras de los padres las que nos empujan a tomar ciertas decisiones.

Cuando una amiga cercana tuvo una crisis en su relación con su esposo, su madre hizo todo lo posible para conservar ese matrimonio. Habló mucho con su hija, la convenció de que debía mantener la familia unida, que su esposo era una persona maravillosa, un buen padre, y solo con él podría ser feliz. Y así fue, permanecieron juntos y felices hasta el día de hoy. Mi amiga siempre dice que su felicidad familiar es un mérito de su madre, sin ella, ese matrimonio habría sido destruido.

Otra madre actuó de manera contraria. Pero aquí es necesario tener en cuenta que ella es psicoterapeuta, y las deformaciones profesionales son inevitables. Cuando su yerno le pidió que interviniera con su hija, ella se negó a hacerlo. Pero a la respuesta del yerno de que, en ese caso, la familia de su hija se destruiría, ella respondió calmadamente que su hija era adulta y, por lo tanto, debía decidir por sí misma qué hacer con su familia.

Como resultado, la pareja se divorció, y la madre considera que actuó correctamente, porque una persona adulta debería tomar sus propias decisiones. Sí, ve lo difícil que es para su hija ahora, tanto psicológica como material y físicamente, pero fundamentalmente no interviene, no da consejos. Simplemente le dijo que está dispuesta a ayudar, si fuera necesario.

¿Son felices las protagonistas de ambas historias? Creo que sí, cada una a su manera: una porque mantuvo la relación, la otra porque tuvo el valor de decidir un divorcio.

Y el comportamiento de ambas madres se puede entender. Todos estamos informados, conocemos sobre la separación, la madurez personal, la responsabilidad y mucho más, pero en situaciones críticas, los instintos parentales toman el control y se quiere proteger al hijo de todas las maneras posibles, incluso en detrimento de su libertad interna y madurez personal. Se desea proteger al niño de errores graves, tenderle una red de seguridad.

Pocos padres son capaces de mantener la calma y actuar adecuadamente, como adultos. La mayoría están dispuestos a tomar decisiones por otra familia, asumir la responsabilidad, actuar como pacificadores o, por el contrario, como destructores.

Deja una respuesta