Estilo de vida

7 cosas que, después de los 60 años, hay que hacer cada día para retrasar la vejez y vivir con una mente clara…

¿Temes envejecer? Yo también. Muchos de nosotros imaginamos la vejez como un lento apagarse: del cuerpo, de la mente, de la alegría. Pero ¿y si esto no es más que un estereotipo y no una inevitabilidad? ¿Y si la verdadera vejez solo llega cuando uno mismo se da por vencido?

Cuando el alma es joven
Una conocida me contó hace poco la historia de su abuela. A los 78 años aprendió a manejar una red social hoy prohibida y ahora tiene un blog sobre ganchillo. ¡Ya tiene más seguidores que su bisnieta de 16 años! Y todo empezó cuando, tras jubilarse, la abuela se negó rotundamente a “ver series y esperar la muerte” (palabras textuales suyas).

Este enfoque tiene una base científica.

«No morimos mientras tengamos un objetivo: esperar a los nietos, escribir un libro, ver el mundo, asomarnos al País de las Maravillas… La vejez no existe, y nada se termina mientras uno no lo quiera».

¿Jubilación: trampa o libertad?
Recuerdo que mi padre, que trabajó toda su vida en una fábrica, se jubiló. El primer mes se dedicó simplemente a dormir. El segundo, a ver la televisión todo el día. Al tercer mes notamos que se volvió irritable, empezó a olvidar cosas elementales y a repetirse en las conversaciones.

Entonces mi madre prácticamente lo echó a patadas para que se inscribiera en el club de ajedrez del centro cultural local.

«¡Ve a ventilar la cabeza, o pronto olvidarás hasta tu nombre!» — le dijo.

Ahora, quince años después, mi padre es uno de los mejores ajedrecistas aficionados de la ciudad, organizador de torneos y mentor de jóvenes.

«El mayor peligro al jubilarse es bajar el ritmo de vida. Cuando el cerebro se aburre, no le queda más que dedicarse a la autocompasión. De ahí vienen los pensamientos tristes sobre la inutilidad y la vejez. Y los pensamientos, como sabemos, son poderosos».

Si lo pensamos, en los últimos años muchas personas mayores han descubierto un nuevo espacio para realizarse. ¿Recuerdan cómo hace unos 10 años la generación mayor empezó a apartarse masivamente de la televisión? No fue una simple casualidad.

Personas que habían vivido gran parte de su vida en la época soviética, de pronto obtuvieron algo que se les había negado durante décadas: elección y voz. Internet les dio la oportunidad de decidir qué ver, qué leer, con quién comunicarse. Y lo más importante: la posibilidad de expresarse y compartir la sabiduría acumulada. Cuando hay alguien que te escucha, ¿de qué vejez hablamos?

Un pueblo abandonado en tu cabeza
Hace poco pasé en coche por un pueblo casi abandonado. Casas torcidas, huertos cubiertos de maleza, silencio… La escena daba tristeza. Y de pronto recordé otra idea de Béjtereva:

«Comparen una ciudad donde vive gente, circulan coches, brillan las luces, con un pueblo abandonado donde solo quedan unos pocos ancianos. Un cerebro que no resuelve problemas complejos es ese pueblo abandonado. No vive, solo existe. Y al contrario, la creatividad rejuvenece: los inteligentes viven más».

Imagina que cada día sin trabajo mental es una casa más tapiada en el pueblo de tu mente. Una luz menos encendida. Poco a poco, calles enteras se vacían, y en lugar de una ciudad llena de vida queda solo una sombra.

¿Y si no dejamos que eso pase? ¿Y si cada día encendemos nuevas luces: aprendiendo, pensando, creando?

Curiosamente, un poeta lo formuló mucho antes de que la ciencia lo confirmara:

«No permitas que tu alma se acomode,
que no se quede moliendo agua en el mortero;
el alma debe trabajar
de día y de noche, de día y de noche».

Gimnasio para el cerebro
Mi vecina Ana, a los 72 años, se apuntó a clases de italiano.

«¿Para qué, si no vas a viajar?» — se extrañaban sus familiares.

«Y si viajo», respondía ella con una sonrisa enigmática.

Tres años después no solo habla español con fluidez, sino que trabaja como traductora en línea. Y hace poco viajó a Italia.

«El cerebro, como cualquier otro órgano, necesita trabajar. Si una persona ha pasado su vida en una “situación estereotipada” — barriendo calles, torneando piezas — en la vejez tendrá serias dificultades con la memoria y la salud».

Receta de juventud: haz algo nuevo cada día
«El único remedio contra la vejez es ponerse objetivos diarios y procurar cumplirlos. Busca soluciones no convencionales y no bajes el ritmo».

En esta recomendación la palabra clave es “no convencionales”. Lavar los platos cada día es, claro, una tarea, pero para el cerebro es como un chicle para los dientes: da la impresión de actividad, pero no aporta nutrientes.

Otra cosa es intentar cocinar un plato nuevo. O ir a una clase de yoga. O escribir el primer poema de tu vida. O aprender a usar un nuevo programa informático. La memoria se fortalece no repitiendo mil veces la misma acción, sino realizando mil acciones distintas.

Ser uno mismo: un lujo accesible con la edad
¿Has notado cómo algunas personas mayores se vuelven sorprendentemente directas?

«Abuela, ¿por qué le dijiste a la tía Rosa que su pastel estaba malo?» — «¿Y para qué voy a mentir? A mi edad ya puedo decir la verdad».

«Los años se llevan todo lo externo, y con la edad el alma humana se va liberando de capas hasta mostrarse en su forma original. Ya no hay necesidad de agradar, de jugar a ciertos juegos. Puedes ser tú mismo, decir lo que piensas y lo que sientes».

Estadística triste y cómo engañarla
Un académico dijo una vez:

«La gran dicha de morir sin haber perdido la razón en los caminos de la vida será concedida solo al 20% de las personas».

Cifra terrible, ¿verdad? Ocho de cada diez corren el riesgo, al final de su vida, de convertirse, como él decía, en “ancianos malhumorados o ingenuos seniles”. Esto es más probable que enfrentarse al cáncer o al Parkinson.

Pero yo veo en esta estadística no solo una amenaza, sino un desafío. Yo quiero estar entre ese 20% afortunado, ¿y tú?

Cómo no perderse en el camino hacia una mente clara
¿Qué hacer concretamente para no perder la razón “en los caminos de la vida”? Algunas ideas basadas en las investigaciones de Béjtereva:

  • Aprende algo nuevo cada día. No, no es necesario inscribirse en la universidad. Bastan 15 minutos de nueva información o habilidad.
  • Resuelve rompecabezas, crucigramas, sudokus, juega ajedrez… cualquier cosa que obligue al cerebro a esforzarse.
  • Relaciónate con personas distintas. Especialmente con las que piensan diferente a ti. Discute, debate, cambia de opinión.
  • Muévete. Incluso un simple paseo diario mejora la circulación cerebral.
  • Cambia de rutas. Ve al trabajo por caminos distintos, cambia los muebles de lugar, altera hábitos.
  • Encuentra sentido y alegría en las pequeñas cosas. El cerebro, como el cuerpo, está más sano cuando somos felices.
  • No temas parecer tonto. El miedo a equivocarse es el mayor enemigo del aprendizaje.

Posdata
Hace mucho le pregunté a mi abuela si le daba miedo envejecer. Me miró de una forma extraña y dijo:

«Yo no envejezco. Solo acumulo experiencia».

En aquel momento no entendí la profundidad de esa respuesta. Ahora sí. La vejez no es sobre arrugas, canas o articulaciones doloridas. La vejez es cuando el alma deja de crecer.

 

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