Familia

7 razones por las que tus hijos no te llaman tan a menudo como quisieras. Haz esto y te llamarán más seguido.

Estoy sentado en la cocina con el teléfono en la mano, mirando fotos de mis nietos y pensando en por qué mi hijo llama tan raramente, solo los fines de semana. Y no es que esté demasiado ocupado — en las fotos de ayer está con los niños en el parque, luego en una cafetería. Pero parece que no encuentra tiempo para llamarme.

Quizá la razón no sea solo la falta de tiempo, sino algo en nosotros mismos. Vamos a analizar por qué los hijos no se apresuran a marcar nuestro número cuando tanto lo esperamos.

1. Temen al control y a la crítica

A veces no nos damos cuenta de cómo suenan nuestras preguntas: «¿Por qué trabajas tanto tiempo? ¿Cuándo van a comprar un apartamento más grande? ¿Por qué Iván sacó otra vez una mala nota?» Aun cuando el hijo ya tenga más de 30 años, sigue temiendo decepcionar a sus padres. Cada llamada se transforma en un examen. Yo mismo me he sorprendido comenzando una conversación con reproches: «¿Te has olvidado de tu padre?»

Intenten cambiar el tono. Comiencen con algo ligero: «¿Cómo está mi jugador de ajedrez favorito?»

2. No están acostumbrados a esta forma de comunicarse

Los niños de hoy en día escriben más que llaman. Para ellos, los mensajes son su forma de comunicarse, y una llamada es casi un evento oficial.

Consejo: Intenten adaptarse. Si les gusta chatear, empiecen por ahí. A veces, de una corta conversación escrita puede surgir una conversación larga y cálida.

3. Están demasiado ocupados (o eso dicen)

Parece que los hijos siempre están en un torbellino de actividades. Trabajo, reuniones, hijos — y si les queda tiempo, quieren utilizarlo para descansar. Por ejemplo, mi hijo rara vez está en casa antes de las ocho de la noche: trabajo, entrenamientos, cuidado de los niños. Cuando finalmente se acuesta, simplemente no tiene energía para hablar con sus padres.

He decidido abordar esta cuestión desde otro ángulo. En lugar de ofenderme, propuse crear una tradición. Por ejemplo, llamarnos todos los domingos por la tarde. No toma mucho tiempo y se ha convertido en un buen hábito para ambos. Ahora sé que al final de la semana, al menos, me espera una conversación cálida.

4. Los temas de conversación se vuelven monótonos

¿Han notado que a veces las conversaciones con los hijos se convierten en “¿Has comido? ¿Has dormido? ¿Has trabajado?”? Créanme, esto no les resulta tan interesante. Tuve una ocasión en que mi hijo fue honesto y me dijo: “Papá, siempre es lo mismo. Hablemos de otra cosa.”

Encuentren temas que les interesen. Por ejemplo, pregunten por sus hobbies, las series que están viendo o los libros.

5. Sienten culpa/enfado por errores del pasado

A veces quedan conflictos irresueltos entre padres e hijos. Algo que no se dijo, o que se dijo en el calor del momento. Estos resentimientos nos persiguen y obstaculizan la comunicación normal.

Intenten dar un paso hacia adelante. Digan: «Olvidemos aquellos malentendidos. Solo quiero que seas feliz y es importante para mí estar cerca de ti.» A veces, una conversación sincera derriba barreras que se han acumulado durante años.

6. Piensan que los padres están bien

«No llamas, así que todo está bien,» me respondió una vez mi hijo. Y es cierto, a menudo decimos: «Estamos bien,» y los hijos piensan que no necesitamos sus llamadas.

Pero no se trata solo de cuidado. A los padres les gustaría compartir lo que les ocurre: contar sobre el jardín, nuevas recetas, amigos. Esto crea la sensación de que ustedes son parte de sus vidas, y no una isla aparte.

7. Insistimos demasiado en los encuentros

A veces decimos: “¿Por qué no vienes?”, “¿Cuándo nos vas a visitar finalmente?”. Esto puede crear en los hijos un sentimiento de culpa, que los lleva a evitar las llamadas.

Consejo: Permítanles que ellos ofrezcan el encuentro. A veces, un simple: “Siempre estamos felices de verte”— funciona mejor que los reproches.

8. Están acostumbrados a que la iniciativa sea de ustedes

Si siempre somos nosotros los primeros en llamar a los hijos, comienzan a asumirlo como normal. Yo mismo he notado que llamo más de lo que me llaman a mí. Pero si no llamo, nadie se acuerda.

Un día decidí «esperar» un poco —¿y qué creen que pasó? Después de tres días mi hijo me llamó y se sorprendió: «¿Olvidaste cómo funciona el teléfono?» Esto no significa que debamos hacer boicot, pero a veces es útil permitir que los hijos sientan su responsabilidad por mantener el contacto.

9. Evitan temas complicados

A veces los hijos temen llamar porque saben que las conversaciones pueden derivar hacia temas delicados — salud, dinero, ayuda. Una vez noté que mi hijo menor me llamaba a propósito cuando sabía que estaba conduciendo. Para que la conversación fuera breve.

Traten de eliminar la tensión en la comunicación. Dejen que las llamadas sean ligeras, sin discusiones complicadas. Pregunten, por ejemplo, qué hay de nuevo en sus vidas, o recuerden una vieja historia familiar — esto siempre levanta el ánimo.

Nuestro papel como padres cambia con los años. Primero criamos, luego apoyamos y después aprendemos a ser amigos. La base de las relaciones es el respeto mutuo y la atención. Quien recuerda esto, no será olvidado.

 

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