Familia

Vejez sin soledad: cómo aprender a vivir para uno mismo cuando los hijos han crecido…

Vejez sin soledad: cómo aprender a vivir para uno mismo cuando los hijos han crecido.

En la vida de cualquier padre llega un momento en que el polluelo se convierte en un ave independiente y abandona el nido para vivir su vida adulta. Esto es algo normal, pero los padres mayores experimentan esta etapa de maneras muy diferentes.

Muchos no logran superar lo que se llama el síndrome del nido vacío, cuando parece que alrededor se forma un vacío y de repente te sientes como si ya no importaras a nadie. La soledad empieza a oscurecer la realidad, la persona mayor cae en apatía, depresión, pierde el sentido de la vida y comienza no a vivir, sino a sobrevivir.

No sé qué será de mí cuando mi única hija se case, pero me parece que ahora mi mundo no se limita solo a mi hija y la maternidad. Por supuesto, amo a mi hija y estamos bien juntas, pero entiendo que ella debe tener su propia vida, su propia familia. ¿Me sentiré sola entonces? Quiero creer que no.

No recuerdo quién dijo que «Los hijos son como una mansión en la que nunca vivirás: lleva tiempo, es costosa, estresante, y al final ellos también se van».

Tarde o temprano llegará el momento de dejar ir a los hijos. Dejarlos ir no significa borrarlos de tu vida y olvidar su existencia. Dejarlos ir significa darles la oportunidad de vivir su vida, y a los padres, vivir la suya.

Las personas mayores, cuyos hijos llevan mucho tiempo viviendo aparte, dicen que al principio fue muy inusual, que surgió el tiempo para no pensar en nadie, no resolver problemas ajenos, y por fin llegó la hora de pensar en uno mismo y en sus propias necesidades. A los 60 años, es una sensación extraña que al principio puede asustar.

El silencio alrededor recuerda a un vacío, un pantano, que puede hundirte en la desesperanza, la melancolía y la soledad. Si no haces nada en él, eso es lo que pasará. Pero si comienzas a tomar acciones, puedes encontrar muchas cosas interesantes a tu alrededor.

Recientemente hablábamos con papá sobre cómo a las personas mayores les resulta difícil encontrar sentido en la vida y en sus actividades. Los hijos han crecido, cada uno tiene su propia vida, la carrera ya está hecha, los nietos crecen, como si todo estuviera en orden y no surgieran nuevas metas. Y en cierta edad ya resulta difícil plantearse metas ambiciosas y avanzar hacia ellas.

Concluimos que en la edad madura, una persona no debe detenerse en su desarrollo, encerrarse en series, en chismes o en el jardín. Hay tantas cosas interesantes en el mundo, y si ese interés, la curiosidad, se conservan, no puede haber soledad.

Si una persona sabe vivir consigo misma, no temerá la vejez. Y la tarea más importante de la edad madura es aprender a ocuparse y disfrutar su tiempo. No esperar llamadas y visitas esporádicas de los hijos, no culparlos por ello, no entrometerse en sus vidas, sino saber vivir la propia. Y entonces no habrá ese sentimiento tóxico de soledad.

Estoy de acuerdo en que no está solo quien no tiene amigos, sino quien se siente solo consigo mismo.

Me alegra que mis padres aún no se sientan solos, mi alma está tranquila por ellos. No nos exigen a mi hermano y a mí atención las 24 horas, tienen su propia vida, llena de intereses personales. Creo que en situaciones como estas todos ganan: los hijos adultos y los padres mayores, por eso ya ahora podemos pensar con anticipación, ¿cómo ocuparse en la vejez?

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