Familia

No les perdonen a los nietos estas 5 cosas…

«La carga más pesada no son los años, sino la indiferencia de los seres queridos» – autor desconocido

La generación mayor a menudo dice: «Vivimos por nuestros nietos».

Y en esas palabras está la esencia. A veces parece que es precisamente por esas voces infantiles que resuenan por toda la casa, por los cálidos abrazos, aunque sean breves, por los dibujos torpes en el viejo refrigerador que vale la pena seguir viviendo, soportar los dolores en las articulaciones, la soledad, el olvido, el clima cambiante y, aún más, el ánimo inestable.

Pero detrás de todo este amor incondicional hay una gran trampa. La misma que puede convertirse en dolor, resentimiento, y a veces en amarga decepción. El problema es que muchas abuelas y abuelos transforman el amor en indulgencia. Sin darse cuenta, los nietos, en lugar de acercarse con el alma, comienzan a exigir, ignorar y aprovecharse.

Los psicólogos tocan cada vez más la alarma: del amor estamos criando egoísmo. Y cuando nos damos cuenta, ya es tarde. Pues los nietos se convirtieron en adultos insensibles, y ya no sienten ningún «lazo de parentesco».

Es hora de reconocer que hay cosas que no se pueden perdonar. Y cuanto antes se diga esto, más posibilidades hay de preservar la salud mental y criar a los nietos como personas dignas, no como consumidores mimados.

1. Frío distanciamiento e indiferencia

«Lo peor no es el odio. Es cuando te da igual». – Antoine de Saint-Exupéry

El problema más común, pero no siempre consciente, es cuando los nietos simplemente desaparecen. No llaman, no escriben, no pasan por la casa, incluso en días festivos se limitan a un corto mensaje seco en el mensajero. Y la abuela mientras tanto revisa fotos antiguas, tratando de entender dónde y cuándo todo salió mal.

Esa distancia no es norma. No es «han crecido, tienen sus propias cosas». Es indiferencia. Y si se tolera, se convierte en un hábito. Y los hábitos, como se sabe, son más fuertes que los sentimientos.

El silencio hiere más que las palabras. Y si la abuela durante años no habla de su resentimiento, no lo olvida, lo acumula. Y lo acumulado se convierte en una carga no solo en el corazón, sino también en las arterias, en la presión, en el estado general de salud.

No se puede acordar en silencio con la indiferencia. Y ciertamente no se debe justificar con «nuevas realidades». El amor sin respuesta es agotamiento.

2. Manipulación: «tú para mí, yo para ti»

«Donde hay amor, no hay cálculo». – Séneca

«Abuela, ¿no podrías prestarme para el teléfono? Y en general, hace tiempo que no nos vemos».

Una frase que hace que muchos padres y abuelas se sientan mal por dentro. Porque está claro: no han venido por el alma, sino por la cartera.

Cuando el amor se convierte en trueque, muere. Sí, los adultos lo entienden. Pero por sentimiento de culpa, miedo a ser innecesarios o simplemente por bondad, continúan dando, ayudando, cerrando los ojos. Y luego se sorprenden: ¿por qué el nieto creció sinvergüenza?

No se trata de no ayudar. Se puede y se debe. Pero la ayuda no es pago por atención. Y si el nieto solo viene por dinero y no por té y conversaciones, es una señal de alarma.

Esas relaciones con el tiempo se convierten en un mecanismo agotador: «¿qué más se puede sacar?» y ni una palabra sobre cómo te encuentras.

Y las personas mayores, por desgracia, no son eternas. Dan lo último de su tiempo, salud, pensión. Y a cambio, vacío. Y a diferencia de las deudas, no se cancela.

3. Bajeza y deshonestidad

«La bajeza no requiere gran inteligencia – solo la falta de conciencia».

Si el nieto toma dinero de la cómoda y luego dice: «No lo tomé» – eso no es una travesura. Es un engaño.

Si miente para obtener beneficios – eso no es «saber salir del paso», es el germen de la mentira.

Si hace una maldad a su hermano y luego finge que no fue él – eso no es «carácter», es un síntoma preocupante.

Y es aquí donde las abuelas y los abuelos a menudo se rinden. Dicen: «Bueno, son niños. Lo principal es que no sea con extraños». Pero es con los cercanos – y eso significa con aquellos que aman incondicionalmente. Con aquellos que no traicionan.

Perdonar la bajeza muestra que ser malo es seguro. Y entonces la bajeza se convierte en un estilo. Y el nieto crece siendo alguien que, por beneficio, es capaz de transgredir cualquier moral.

A las personas mayores les es especialmente difícil enfrentarse a la mentira, porque ya están cansadas de la vida. Pero si no se detiene, la mentira crecerá en traición.

4. Falta de respeto y grosería

«El mal no comienza cuando alguien golpea a otro. Comienza con indiferencia, burla, con una mirada fría».

Un día la nieta le dirá a la abuela: «No te metas, no entiendes nada». Y la abuela se quedará callada, porque «no quiere arruinar la relación». Después escuchará algo peor, pero de nuevo lo pasará por alto: «Bueno, sucede».

Pero solo los límites no se notan callados. Se cruzan. Y luego se limpian los pies.

No se puede perdonar la falta de respeto. Especialmente en las primeras etapas. Porque luego será peor. Porque la grosería se convierte en burla, luego en insulto, y de ahí a la agresión hay un paso.

No hay que esperar a que se devalúe todo: el cuidado, la experiencia, incluso la presencia. El respeto no crece solo. Requiere base – y esa base se compone de límites y palabras de respuesta: «No puedes. Conmigo no puedes».

5. Crueldad consciente

«Los errores son accidentales. El mal es una elección». – Carl Jung

Lo más aterrador es cuando los nietos lastiman intencionadamente. Ignoran cuando saben que la abuela está mal. Se ríen de la lentitud. Hacen cosas a propósito para molestar. Dicen cosas que te hacen llorar, y no porque no comprendan, sino porque comprendieron.

Eso no es «edad de transición» y no es que «estén pasando por una etapa difícil». Es ya un rasgo formado – la crueldad. Aunque por ahora esté en palabras, de las palabras crecen las acciones.

No se puede dejar eso sin reacción. El nieto debe entender: si hizo daño, debe estar listo para las consecuencias. De lo contrario, crecerá con la convicción de que se puede menospreciar a los débiles. ¿Y quién es más débil que una persona mayor con el corazón enfermo y mala audición?

El silencio en respuesta al mal es complicidad. Hay que hablar de inmediato, con honestidad y firmeza.

«El parentesco no es sobre sangre. Es sobre participación». – John Steinbeck

Las abuelas y los abuelos no son niñeras eternas. No son cajeros automáticos. No oyentes de guardia. Ellos son personas. Con corazones que duelen. Con memorias donde viven los mejores momentos de la familia.

Y si se permite a los nietos olvidar esto, la familia se deshará. Y de un niño crecerá un adulto que no sabrá qué es la compasión.

Amar no significa perdonarlo todo. Amar significa educar. Incluso si ya tienes 70 años. Incluso si solo deseas paz.

Porque esta paz comienza con una palabra: «No».

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