Los niños han crecido. Cómo no volverse loco por la soledad…
Por más triste que sea, cuando los hijos crecen y se van de la casa de sus padres, la vida de estos cambia radicalmente. Las rutinas diarias se convierten en simples hábitos y las tareas habituales parecen perder su sentido. Además, muchos padres sienten una profunda tristeza y sensación de pérdida. Pero este período es especialmente difícil para los padres solteros. Ahora, intentemos entender qué les sucede a los padres y cómo afrontar esta situación.
La cuestión es que, para los padres especialmente responsables, que han estado profundamente involucrados en la vida de sus hijos, resulta muy difícil lidiar con el vacío y el silencio absoluto que se instalan en el hogar. Y para los padres o madres solteros, esto puede llegar a ser una verdadera catástrofe. Sin embargo, veamos la realidad: el así llamado «síndrome del nido vacío» no siempre se traduce en emociones negativas.
Investigaciones demuestran que cuando los hijos crecen y dejan el hogar, una cantidad considerable de parejas a menudo experimentan una especie de renacimiento emocional, una sensación de novedad y una libertad inesperada.
Para que esto ocurra, y no lo opuesto, es necesario cambiar la manera de abordar esta situación, modificar la perspectiva con la que se observa lo que sucede. Ahora vamos a desglosar cómo lograr esto.
¿Qué es el «síndrome del nido vacío» y cómo reaccionar adecuadamente?
Para muchos padres, el nacimiento de un hijo es un evento tan consciente y esperado, que algunos simplemente se funden con su nuevo rol y dejan de separar su propio «Yo» de su retoño. De ahí que escuchemos, especialmente de las madres: «comimos», «hicimos caca» o «nos enfermamos». Y durante todos los 18 años, o incluso más, se sumergen de lleno en las responsabilidades parentales. Por eso no debería sorprendernos que la partida de los hijos provoque una sensación de vacío y soledad.

Es comprensible que este período no sea fácil y extrañar a los hijos es completamente natural. Pero también sucede que al quedarse solos, los padres comienzan a reflexionar y piensan que tal vez no dieron suficiente a sus hijos o que quedaron cosas pendientes. Esto activa en ellos sentimientos de culpa, una sensación de insignificancia e incluso abandono, que pueden evolucionar paulatinamente hacia la depresión. Y si no tienen a alguien con quien compartir estos sentimientos, la tensión emocional se vuelve insoportable.
Se considera que el síndrome clásico del «nido vacío» afecta más a menudo a los padres que no trabajan, y generalmente a las madres. Esto está relacionado con el hecho de que si una madre se queda en casa con su hijo, sus intereses personales se reducen significativamente. Por lo tanto, cuando el niño deja de necesitar cuidado constante, la libertad personal puede convertirse en una carga para la madre.
Sin embargo, según estudios recientes, esta situación está disminuyendo gradualmente, ya que hoy en día muchas madres desean y se esfuerzan por trabajar, a veces incluso estando de baja por maternidad. Y si el niño crece sin un padre, muchas madres se ven obligadas a ganar dinero por sí mismas. Otro factor que ayuda es la tecnología moderna, que facilita la comunicación con los hijos que estudian en otras ciudades. En consecuencia, cada vez menos padres modernos, y en particular madres, enfrentan este síndrome hoy en día.

Además, los padres solteros encuentran otras áreas para la autorrealización, lo que reduce la probabilidad de un síndrome de nido vacío. No obstante, si has acostumbrado a tener siempre a alguien cercano, el silencio que se instala en la casa vacía puede ciertamente parecer agobiante. Sin embargo, como consuelo, es importante entender que esto no es una enfermedad, sino simplemente un conjunto de síntomas característicos.
El asunto es que si una pareja vive junta, uno de ellos siempre puede respaldar al otro y cuidar al hijo, permitiéndole descansar por unas horas o dormir un poco más en la mañana. En cambio, los padres solteros solo pueden contar consigo mismos. Esto significa menos descanso, menos sueño y menos tiempo para otras actividades. Por eso muchos de ellos abandonan sus carreras, aficiones, relaciones románticas e incluso nuevas amistades para dedicarles más tiempo a sus hijos.
Cuando los hijos se van lejos a estudiar o trabajar, los padres solteros quedan con mucho tiempo libre. Uno pensaría que deberían disfrutar de la nueva libertad. Finalmente pueden hacer lo que siempre quisieron pero no pudieron. Sin embargo, ya no tienen ni fuerza ni deseo. Muchos empiezan a lamentar las oportunidades perdidas, lloran por los romances no concretados o piensan que es demasiado tarde para cambiar de trabajo o involucrarse en nuevas aficiones.
Por esta razón, quiero agregar una nota positiva. No es cierto que el crecimiento de los hijos siempre deba ser doloroso. Es importante entender que criar a un hijo es un arduo trabajo de 24/7, que agota a los padres. Y aunque los padres solteros a menudo experimentan el síndrome del «nido vacío» después de que se van los hijos, muchos redescubren el significado de su vida.

Al dejar a los hijos «zarpar por su cuenta», finalmente tienen la oportunidad de volver a concentrarse en sí mismos y en sus propias vidas. Al menos al principio, pueden simplemente dormir bien, descansar o mejorar su forma física. Luego, pueden comenzar a conocer gente nueva, salir y, esencialmente, ser ellos mismos otra vez. Además, muchos padres sienten un orgullo merecido y alegría al ver que su hijo ha crecido y se ha vuelto independiente.
Otro aspecto positivo es que cuando los hijos empiezan a vivir por su cuenta, es decir, después de sentir la diferencia entre el cuidado paternal y la vida adulta, sus relaciones con los padres suelen mejorar y volverse realmente amistosas. Muchos padres reconocen que después de que su hijo se fue, el vínculo mutuo se hizo mucho más fuerte y sincero.
Aunque se cree comúnmente que este síndrome afecta principalmente a las madres, la verdad es que estas afirmaciones son erróneas, ya que las investigaciones indican lo contrario: este estado es más común en los padres. Dado que en el modelo familiar clásico, el padre es el proveedor, resulta que tienen menos tiempo y energía para dedicarles a los hijos. Por lo tanto, cuando los hijos crecen y se marchan, muchos padres sienten culpa y piensan que han perdido muchos momentos importantes en la vida de sus hijos.
Síndrome del «nido vacío». ¿Cómo superarlo?
La cuestión es que las reacciones de los padres ante la partida de sus hijos no son correctas ni incorrectas. Muchos padres realmente alternan entre extremos de tristeza y alegría. Por lo tanto, en lugar de cuestionar tus emociones y dudar de tu capacidad para afrontarlo, es mejor aceptar tus emociones y entender que es simplemente una transición hacia la siguiente etapa de la crianza.
Con eso en mente, aquí tienes algunos consejos sobre cómo adaptarte a los cambios:
1. No intentes reprimir tus emociones. Piensa en alguien con quien podrías hablar abiertamente (amigos, amigas). Si no hay nadie, busca grupos de apoyo psicológico. Los padres que ya pasaron por esto comprenderán tus sentimientos y te podrán aconsejar sobre cómo manejarlos.

3. Para no parecer patético o imponente, no interfieras mientras tu hijo disfruta de su tan esperada libertad. Más bien, organiza por anticipado las salidas y actividades en conjunto. Por ejemplo, sugiéreles hacer algo juntos el fin de semana o pregunta qué le alegraría cuando te visite.
4. Como ahora tienes mucho tiempo libre, encuentra una actividad que te apasione. Apúntate a algún curso interesante, sal a una cita o simplemente relájate en el sofá con un buen libro o viendo tu película favorita. En resumen, empieza a disfrutar de la vida.
5. Si todo está demasiado complicado y no puedes cambiar la situación por ti mismo, habla con un especialista que te ayude a entender qué lugar ocupa el rol de padre en tu vida, desarrolla una nueva sensación de identidad y discute tus emociones. Aprenderás a reconocer tus pensamientos destructivos y aplicar técnicas de autoayuda que te impidan caer en la depresión. Y lo más importante, podrás separar tu «Yo» de tu rol de padre.