La frase secreta que convertirá a tu hijo en un estudiante excepcional
¿Puedes adivinar qué niños son los más exitosos en la escuela y en su carrera en el futuro? ¿Qué niños tienen la mayor capacidad para ser felices?
Más de 20 años de investigaciones demuestran que la clave para el éxito en la escuela y en la vida es una mentalidad de crecimiento personal. En otras palabras, si crees que el esfuerzo te hará más inteligente, así será. Sin embargo, si piensas que ninguna de tus acciones puede cambiar tu mente, eso se convertirá en una profecía autocumplida.
Los niños con una mentalidad de crecimiento personal creen que si trabajan mucho pueden volverse más inteligentes. Estos niños aman los desafíos. Los niños con una mentalidad fija no disfrutan del proceso de aprendizaje. Su lógica los lleva a mentir sobre su rendimiento escolar para mantener la idea de que son inteligentes. No pueden manejar los errores.
¿Creen las personas con esa mentalidad que cualquiera puede convertirse en cualquier cosa, que cualquiera con la motivación o educación adecuada puede llegar a ser un Einstein o un Beethoven? No, pero creen que el verdadero potencial de una persona es desconocido (e incognoscible); que es imposible prever lo que se puede lograr después de años de pasión, trabajo arduo y práctica.
Bueno, sí. Como padre, POR SUPUESTO, crees que si tu hijo trabaja duro, puede convertirse en quien quiera.
¿Pero cuál es el problema?
Nuestras acciones como padres no siempre apoyan esta importante mentalidad de crecimiento. Aquí es donde nos equivocamos.
¿Alguna vez le has dicho a tu hijo que es inteligente? Probablemente sí. Pero necesitamos dejar de decir eso, y aquí te explico por qué.
«Eres inteligente» es una frase que juega directamente en la mentalidad fija.
Te voy a dar un ejemplo de un estudio al respecto.
Los investigadores tomaron a un niño de una clase para realizar una prueba de CI no verbal, que consistía en una serie de acertijos, lo suficientemente simples para que todos los niños los resolvieran bastante bien. Tan pronto como el niño terminaba la prueba, los investigadores le daban su puntuación y luego lo elogiaban. A los niños, divididos aleatoriamente en grupos, se les elogiaba por su inteligencia. A unos se les decía: «Lo hiciste muy bien, pero puedes ser mejor y más inteligente». A otros: «Lo hiciste muy bien. Debes haber trabajado muy duro».
Después, se les dio la opción de elegir otra prueba para la segunda ronda. Una de las opciones era más desafiante que la primera. La otra era una prueba sencilla, como la primera. De aquellos elogiados por su esfuerzo y a quienes se les mencionó la opción de mejora, el 90% escogieron el conjunto más desafiante de acertijos. De aquellos elogiados por su esfuerzo e inteligencia, la mayoría escogió la prueba sencilla. Los niños «inteligentes» optaron por la excusa.
¿Pero por qué?
Cuando elogiamos a los niños por su inteligencia, prácticamente les estamos diciendo que ya parecen inteligentes, lo que en el futuro los lleva a no arriesgarse y no cometer errores. Esto es exactamente lo que hicieron los niños: eligieron ser inteligentes y evitar el riesgo de ser avergonzados.
En la siguiente ronda, ninguno de los niños tuvo elección. La prueba fue aún más difícil. Todos fallaron. Pero nuevamente, los dos grupos de niños, divididos aleatoriamente al inicio del estudio, reaccionaron de manera diferente. Aquellos elogiados por su esfuerzo y concentración en la primera prueba asumieron que simplemente no se habían concentrado lo suficiente. Aquellos elogiados por su inteligencia decidieron que su fracaso era prueba de que no eran tan inteligentes.
Luego de provocar artificialmente una serie de fallos, los investigadores administraron a todos los niños una serie final de pruebas, diseñadas para ser tan fáciles como la primera. Aquellos elogiados por su esfuerzo mejoraron su puntuación inicial en aproximadamente un 30 por ciento. Aquellos a quienes se les había dicho que eran inteligentes obtuvieron resultados peores que al inicio, alrededor de un 20 por ciento.
Cuando le dices a tu hijo que es inteligente, esto le causa estrés. Esto dirige su atención hacia obtener y mantener esa etiqueta de «inteligente». Deja de aprender, no le gusta el proceso de aprendizaje y, por lo tanto, RINDE PEOR en sus tareas escolares.
Qué decir en lugar de eso
El secreto para convertir a tu hijo en un gran estudiante y prepararlo para una vida exitosa es elogiar sus esfuerzos, no sus resultados.
Cada vez que sientas el impulso de decir «Wow, eres muy inteligente» o «Eres realmente bueno en matemáticas», di en su lugar esta frase mágica:
— Has trabajado muy duro.
Es todo.
Simplemente comenta cuánto esfuerzo ha puesto tu hijo en lo que está haciendo. Añade un «Wow» al inicio, si deseas llevarlo un paso más allá en su desarrollo.
Con el tiempo, tu hijo comprenderá que luchar es normal. Es normal cometer errores si aprende de ellos. Y, lo que es aún mejor, aprenderá que lanzarse desafíos a sí mismo y aprender cosas nuevas es DIVERTIDO.