Cómo calmar rápidamente a un bebé que llora.
Los niños de entre 2 y 5-6 años utilizan el llanto como una forma de comunicación, para señalar a sus padres dolor, enfermedad o insatisfacción. El llanto no es solo una señal de angustia, sino también una manera de manipular a los padres y expresar su propia opinión, mostrar su carácter y expresar emociones.
Sin embargo, a veces los ataques de llanto dejan a los padres perplejos, y calmar al niño puede ser muy difícil. ¿Qué deben hacer los padres inexpertos para manejar la situación? Vamos a analizar algunas situaciones y métodos para calmar al niño.
Si el niño está enfermo
Naturalmente, el llanto puede ser una señal de enfermedad: los dientes duelen, los oídos, la cabeza o el estómago, pero el niño normalmente señala con seguridad la fuente del dolor. En ese caso, es necesario llamar al médico, tomar la temperatura, al menos hacer un examen ligero al pequeño y determinar la fuente del dolor. Hay que hacer todo lo posible para ayudar al niño: darle un medicamento para bajar la fiebre, llamar al médico y preguntar cómo aliviar su condición, acariciar y abrazar al niño para calmarlo.
Generalmente, los signos de enfermedad vienen acompañados de un conjunto de síntomas: el comportamiento cambia, aparece fiebre o náuseas, diarrea, vómitos. Pero si no hay signos externos, no se deben ignorar las quejas del niño pensando que está simulando; normalmente, los niños saben lo desagradables que son las enfermedades y rara vez engañan. Siempre presta atención a las quejas del niño sobre su salud.
Si el niño se cae, se golpea o se lesiona
El niño puede llorar de dolor, despecho o susto, sin embargo. Es necesario saber cómo brindarle la ayuda correcta y calmarlo. Existen técnicas psicológicas especiales que enseñan a los niños a lidiar con sus emociones y calmarse rápidamente cuando lloran. Estos métodos difieren un poco de las técnicas tradicionales de calma, pero son más efectivos.
Lo que no debes hacer
Primero que todo. No debes hablarle al niño mientras llora, y mucho menos regañarlo o reprenderlo. No hay que decirle «ven aquí que te consuelo», ni jadear y dramatizar diciendo «pequeño, querido, conejito», etc. Simplemente abre tus brazos y recibe al niño en tu abrazo, sosteniéndolo fuerte y envolviéndolo con tu cuerpo, como un cálido manto.
En primer lugar, esto le dará al niño una sensación de seguridad y confianza en ti. En segundo lugar, te permitirá controlar tus propios nervios y emociones, el temblor en tus manos por el susto. No debes transmitir tu nerviosismo al niño a nivel corporal y subconsciente, debes transmitirle calma y fortaleza. Estos abrazos permiten que el cerebro del niño reflexione sobre el problema sin sobrecargarlo de información.
No es recomendable soplar sobre las heridas, intentar inmediatamente brindar ayuda, a menos que se trate de una hemorragia grave o fractura. En el caso de un simple golpe o rasguño, es más importante ayudar al niño psicológicamente. Es un error darle un juguete o un dulce, acunarlo como a un bebé, no darle al niño motivos para manipular la situación y entrar en un estado de histeria. Todas tus acciones, una vez más, sobrecargarán la psique del pequeño cuando necesita calmarse.
Lo que sí debes hacer
En primer lugar, abrázale, sosteniéndolo bien fuerte, protegiéndolo del lugar del accidente o caída. Deja que sienta tu presencia con todo su cuerpo. Comienza a respirar de manera uniforme y profunda, cuenta hasta diez a un ritmo lento. Notarás cómo su respiración entrecortada empieza a regularse y estabilizarse. En los niños, esto ocurre inconscientemente y de manera refleja: adaptan su respiración a la del adulto.
Puedes acompañar la respiración con suaves balanceos, caricias, palmaditas, en fin, una estimulación táctil leve de la piel, pero debe ser ligera y discreta para no desviar al niño de la comprensión de la situación. No intentes detener el llanto inmediatamente, hay que permitir que las emociones fluyan con lágrimas. Puedes murmurar suavemente o tararear melodías sin palabras, esto también ayuda a calmar y restaurar la respiración.
Solo después de que el niño comience a respirar uniformemente y deje de sollozar, se puede examinar la situación sin emociones: observar dónde y qué pasó, narrar la historia de su caída sin emociones ni juicios, solo información. Por ejemplo: «Estabas caminando, había un juguete en el suelo, tropezaste con el juguete y te caíste».
En la culminación del relato, es posible que el niño intente volver a frustrarse, pero está en su derecho: necesita experimentar y comprender la situación, solo así aprenderá a manejar el llanto y calmarse más rápido. Lo que no debes hacer es, en la narración de la situación, emitir juicios o críticas: «Eso es porque tiraste los juguetes», «Es porque estabas jugando». Etc.
Si el niño tiene rabietas
Las rabietas infantiles son ataques de gritos con llanto e indignación que surgen ante fuertes explosiones emocionales. Es una forma de manipulación de las personas cercanas, causada por ira, irritación, agresividad o desesperación. Este es el tipo de llanto más difícil de calmar para los padres, ya que las lesiones y caídas se olvidan con relativa rapidez, mientras que el niño se concentra mucho en las causas de la rabieta.
En estos casos, no hay consejos definitivos, en cada situación se debe encontrar una solución, pero hay varios métodos que tienen éxito con educadores o padres de muchos niños.
Durante las rabietas en lugares públicos, tiendas, parques o en casa, los siguientes métodos pueden ayudar:
– Desviar la atención del niño hacia el cielo, mostrando un «avioncito» entre las nubes o algo inusual, preferiblemente tratando de involucrar a otros adultos (ellos suelen jugar el papel), y esto fácilmente puede apartar al niño del objeto de su rabieta. La atención de los adultos, más aún de forma colectiva, despierta mucha curiosidad y detiene la rabieta.
– Simular buscar un teléfono o una alarma de coche, pretendiendo que están sonando. Comenzar a contarle al niño que hay que responder, apagarla, correr a ver el coche, etc. Si es el truco del teléfono, actuar como un conspirador, y apresurar al niño a casa, o donde sea necesario, contando que “me dijeron por teléfono, allí te están esperando…”, y luego improvisar según las circunstancias.
– Fingir que lloras más amargamente que el niño y que te duele mucho. Generalmente, los niños corren a consolar a los padres que están llorando, olvidándose de sus propios problemas.
– Al contrario, comenzar a hacer muecas, cosquillas y payasadas, hacer tonterías, en fin, convertir la rabieta en risa. Esto suele ser más efectivo para los papás, ya que suelen tener más paciencia y sentido del humor que las mamás.
Y siempre ayuda hablar con el niño como un adulto, explicándole la situación tal cual es, abrazándolo y mimándolo. Más a menudo, las rabietas son producto de la falta de afecto y atención; son un medio para captar el interés y la atención de mamá y papá.