Estilo de vida

¿A dónde desaparece toda la energía con la edad? 2 consejos geniales para aquellos mayores de 50…

Hay mujeres que a los 50-60+ dicen:

«Me siento como si tuviera 20 años. He descubierto el yoga y el parapente».

Y luego están aquellas que se despiertan después de un día de 10 horas sintiéndose agotadas.

Durante mucho tiempo me consideré parte del segundo grupo, hasta que entendí mejor la situación.

Parecía que todas mis fuerzas habían quedado en el pasado. Desde mi infancia, me advertían que la vida sería muy dura: primero la escuela – tenía que estudiar bien y mantener el ritmo en todas las materias. Luego, el trabajo. ¿Piensas que es fácil encontrar uno bueno? No, hay que esforzarse.

Después, el matrimonio y las relaciones – un trabajo arduo, prepárate.

Vivir sola – mucho peor.

Tener un hijo, por supuesto, roba juventud, fuerza y salud.

Mientras escalaba esta montaña, inventaron las hipotecas.

Todo el esfuerzo iba en no caer en la pobreza – un día te despiertas y ni siquiera hay suficiente para el pan…

Pero, al mirar atrás, entiendo que me asustaron sin razón. ¿Realmente es tan difícil? El programa mínimo está al alcance de cualquier mujer joven.

Casa propia, buen trabajo, esposo fiel, hijos – no es algo que te quite, sino que te da alegría y fuerza.

Entonces, ¿por qué con este combustible no podemos seguir adelante?

Y algunas personas, por el contrario, lo logran muy bien.

La gente empieza a buscar respuestas en la alimentación, en el patrón de sueño, en cambiar de actividad, aunque la respuesta está en la superficie.

La energía se consume principalmente en dos áreas:

1.El constante control de la vida (la toma rápida de pequeñas decisiones y la generación de las clave)

2.El servicio emocional a los cercanos

Si respecto a las decisiones todo está claro (nos imaginamos de inmediato un Atlas cuyos hombros sostienen todo y no podemos escapar de esa responsabilidad, salvo decirnos a nosotros mismos: acepto todo lo que me da el destino), entonces, ¿cómo lidiamos con los cercanos?

La energía se gasta gota a gota: detenerse a hablar con una vecina, escucharla. Responder a una llamada del banco. Escuchar las quejas de mamá. Escuchar los miedos del niño. Escuchar la indignación del esposo. Escuchar al jefe y a los compañeros descontentos con el salario.

De todo lo escuchado, te das cuenta de que temes más por mamá y los hijos, mientras que el esposo y los vecinos te irritan con su infantilismo.

Pero, para mantener el orden, es necesario apoyarlos moralmente. Sonreír. Inculcar que todo estará bien. Y eso es todo. Pierdes tanta energía, que solo quieres arrastrarte hasta el sofá.

Y si además ocurren conflictos…

He leído que a las mujeres modernas no les hace falta el asombroso Tokio, el ruidoso Estambul, ni el caluroso Dubái.

Ellas se sienten atraídas por la tranquilidad y la paz.

Para que haya un lago o un río. Un bosque de pinos.

Y ninguna cara conocida alrededor.

En los últimos años, se ha vuelto muy de moda hablar sobre los problemas, compartirlos. Antes se consideraba que una persona debía lidiar por sí misma con lo que le preocupaba.

Y ahora, si una madre, esposa o abuela no está al tanto de lo que pasa con un ser querido, significa que es una persona emocionalmente fría. Indiferente, tóxica, una egoísta distante.

Hay que estar informada… Y eso, disculpa, ya es un segundo turno.

Llevar también el miedo ajeno.

Ahora, si veo que la vecina baja de su piso, puedo esperar en silencio hasta que salga primero, y luego deslizarme para hacer mis cosas, como un ratón.

O ver a un conocido y deslizarme en una tienda o cruzar al otro lado de la calle. Dar la vuelta y tomar otra dirección, para que nadie comparta conmigo sus temores y preocupaciones, su ira y resentimiento.

Hay que eliminarlos desde la raíz. Y para eso, hay que no dejarlos salir como un Genio de la botella. No multiplicar el negativismo y la ira.

Y tampoco voy a eventos donde tienes que sonreír tanto que luego te duelen todos los músculos de la cara.

Hay un chiste: una sonrisa pegada desarrolla esquizofrenia.

Pero a mí, por alguna razón, me parece que eso no es un chiste en absoluto.

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