Familia

El 90% de los padres no conoce esta parábola, pero deberían, ya que resuelve el principal problema de la crianza…

Había una vez un sabio jardinero conocido por su asombroso jardín. Un día, una joven madre llegó a él con su hijo. Estaba preocupada porque su niño crecía inseguro e independiente.

— Sabio jardinero, enséñame a criar a mi hijo con la misma destreza con la que tú cultivas tus plantas, — pidió la madre.

El anciano sonrió y les invitó a pasar al jardín. Allí les mostró tres bancales.

— Miren, — dijo el anciano. — En el primer bancal planté las semillas hace dos semanas. En el segundo, hace un mes. Y en el tercero, al inicio de la primavera.

El primer bancal estaba cubierto con una ligera sombra que el jardinero creaba con una tela especial. Cada día regaba esos brotes y quitaba cualquier hierba mala apenas aparecía. En el segundo bancal, las plantas eran más fuertes, pero el jardinero aún las ayudaba, regándolas durante la sequía y protegiéndolas de los parásitos. El tercer bancal asombraba con su fuerza y belleza. Las plantas eran robustas, con raíces profundas, un follaje vibrante y sus primeros frutos.

— En este tercer bancal, casi no me ocupo, — dijo el abuelo. — Solo me acerco de vez en cuando para comprobar que todo esté bien. Estas plantas han soportado lluvias, sequías y ataques de insectos. Sus raíces han profundizado buscando agua, y sus tallos se han fortalecido luchando contra el viento.

Luego, el jardinero recogió un fruto del primer bancal, que resultó ser acuoso y sin sabor. Mientras que del tercer bancal, el fruto era jugoso y dulce.

— Entiendes, — se dirigió el anciano, — Si siempre cubro el brote del sol, su tallo permanecerá delgado y débil. Si siempre lo riego, sus raíces no aprenderán a buscar agua en la profundidad.

La madre pensó, mirando a su hijo que en ese momento intentaba recoger bayas maduras en una canasta.

— Pero, ¿cómo encontrar el equilibrio? — preguntó ella. — Temo que mi hijo cometa errores.

—  Los errores son parte del crecimiento, — respondió el jardinero. — Mira este árbol con su tronco torcido. Alguna vez el viento rompió su copa, pero encontró la fuerza para seguir creciendo, y ahora es el árbol más fructífero del jardín. Dale a tu hijo el derecho a cometer errores, pero permanece cerca para ayudarle a aprender de ellos.

Cuando se marchaban, el jardinero le entregó al niño una pequeña maceta con tierra y una semilla y le dijo: «Este será tu planta. Tú decidirás cuándo regarla y cómo cuidarla».

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