Estilo de vida

7 principales «asesinos de la felicidad».

Imaginen que siempre llevan consigo una mochila pesada llena de piedras. Estas piedras son nuestras creencias profundamente arraigadas que hemos estado acumulando a lo largo de los años.

Algunas las heredamos de nuestros padres, otras las recogimos en la escuela o en el trabajo. Y nos acostumbramos tanto a su peso que a veces ni siquiera las notamos, como si fuera la norma.

Albert Ellis, el gran psiquiatra, dedicó 63 años de su vida a estudiar cómo nuestros pensamientos y creencias afectan nuestro bienestar. Y destacó siete creencias clave que, de manera imperceptible pero sistemática, socavan nuestra felicidad.

Estas creencias nos hacen quedar atrapados en la negatividad, limitan nuestra libertad y nos privan de alegría. Vamos a desglosarlas en detalle y encontrar el camino hacia una vida más ligera y libre.

Así pues, las 7 creencias tóxicas que roban tu felicidad: la perspectiva de Albert Ellis.

1. Me deben amar los demás

Uno de los mitos más comunes que llevamos dentro es que necesitamos ser amados y «aprobados» por los demás para sentirnos valiosos. De lo contrario, creemos que algo anda mal con nosotros.

Nos esforzamos por agradar a los demás, tratamos de cumplir con sus expectativas y tememos ser rechazados. Nos ajustamos a los demás, tememos expresar nuestra opinión, evitamos los conflictos a toda costa.

Pero esta dependencia de la opinión ajena siempre nos hace no libres: comenzamos a vivir como los demás quieren, olvidándonos de nosotros mismos. Escríbelo, ¿te resulta familiar?

Esta creencia es como la sed en el desierto: cuanto más perseguimos el amor universal, más se nos escapa. Las raíces de esta creencia a menudo se remontan a la infancia, donde el amor de los padres dependía del «buen» comportamiento del niño: eres bueno y te amo si traes buenas notas de la escuela.

La alternativa saludable aquí es: «Puedo generar diferentes sentimientos en las personas, y eso está bien. Y mi valor no depende de cuántas personas me amen». Y en realidad, la cantidad no importa.

Nadie está obligado a amarnos o aprobarnos. Es importante centrarse en la aceptación de uno mismo, tanto sus defectos como sus virtudes, y en desarrollar su seguridad interior. Tomar decisiones basadas en sus verdaderos deseos, no en lo que los demás esperan de usted.

2. Me respetarán si tengo éxito

Imagina una cinta de correr, donde la velocidad aumenta constantemente. No importa cuánto corras, la meta no se ve. Así funciona la persecución del éxito por el respeto de los demás.

Esta creencia está relacionada con el hecho de que la sociedad a menudo equipara el éxito con el valor personal. Desde pequeños aprendemos que si logramos altos resultados en la escuela, en el trabajo o en la vida, nos respetarán y valorarán.

Y esta creencia a menudo nos convierte en esclavos de logros externos. Empezamos a medir nuestro valor solo por nuestra carrera, dinero u otros indicadores externos.

Sin embargo, en esta carrera interminable por los logros, cada éxito se devalúa con el siguiente objetivo. Y la persona simplemente deja de notar las pequeñas alegrías, renuncia al descanso, pierde la conexión con sus seres queridos y así sucesivamente.

Cuando el sentido del valor propio depende del éxito, cada fracaso se percibe como catastrófico. Nos sentimos insuficientemente buenos si no alcanzamos «alturas» o cuando alguien más nos supera. Y esto lleva a un estrés constante, ansiedad y un sentimiento de inferioridad.

Alternativa:

Recuerda que eres valioso por lo que eres, independientemente de tus éxitos o fracasos. Los fracasos son una parte natural del camino, nos ayudan a aprender y crecer. Evalúa quién eres, no lo que has logrado.

3. Es terrible cuando la vida no sale como esperaba

Todos queremos que la vida vaya según lo planeado. Pero cuando algo sale mal, a menudo empezamos a pensar que es una catástrofe. Esta creencia nos hace vulnerables a emociones negativas como el miedo, la decepción y la ira.

Esta creencia es como querer controlar el clima: algo sin sentido y extenuante. Cuando las expectativas y la realidad no coinciden.

Como resultado, desarrollamos una ansiedad elevada, miedo al cambio, incapacidad para adaptarnos a nuevas circunstancias. Se gasta una gran cantidad de energía resistiendo lo inevitable.

Una perspectiva útil: la vida es impredecible, y es lo que la hace interesante. En cada obstáculo hay una oportunidad. En la vida no hay garantías, y eso está bien.

Aquí es importante aceptar el hecho de que siempre habrá momentos en la vida que no saldrán según lo planeado. En lugar de centrarse en lo que salió mal, intente ver nuevas oportunidades en situaciones inesperadas. Desarrolla la flexibilidad mental, es importante.

4. Necesito a alguien en quien pueda confiar

Muchos creen que para ser felices necesitamos una persona que siempre esté a nuestro lado, para apoyar, escuchar y ayudar. Empezamos a depender de otras personas como fuente de estabilidad emocional, olvidando que nadie puede ser un pilar absoluto para nosotros. Nadie, excepto nosotros mismos.

Esta creencia crea la ilusión de que la felicidad está en manos de otra persona. Transferimos la responsabilidad de nuestro bienestar al compañero, a nuestros hijos, a un amigo o a un padre.

¿Y luego qué? Las consecuencias no son muy alentadoras: relaciones tóxicas, miedo a la soledad, pérdida de autonomía. Nos convertimos en parásitos emocionales o, al contrario, permitimos que otros parasiten en nosotros.

Es importante entender que se pueden establecer vínculos profundos con las personas, manteniéndose autosuficiente. Y que mi felicidad es mi responsabilidad.

5. Es importante encontrar y tomar la decisión correcta

Muchos de nosotros tememos cometer un error al tomar decisiones. Pasamos mucho tiempo reflexionando y dudando, preocupándonos de haber tomado el camino equivocado. Este tipo de pensamiento provoca un estrés constante y nos deja en estado de incertidumbre y estancamiento.

El perfeccionismo en la toma de decisiones paraliza. Una persona con esta mentalidad retrasa la elección, evalúa las opciones infinitamente, busca consejo de todos. Detrás de todo esto hay un enorme miedo al error.

Resultado: oportunidades perdidas, estrés crónico, incapacidad de avanzar. La vida se convierte en una sala de espera constante, con solo la esperanza de que aparezca la opción perfecta.

Es importante entender que cualquier decisión es un paso adelante. Los errores no son un fracaso, sino información para pensar, al menos.

6. Todo sucede en contra de mi voluntad, no tengo control sobre las circunstancias

Aquí se trata de «sentirse» víctima de las circunstancias. Pensamos que no podemos controlar nuestra vida, que todo depende de factores externos y no de nuestras acciones.

Esta creencia es un camino directo hacia la impotencia aprendida. Cuando una persona abandona cualquier intento de cambiar algo y toma una cómoda posición de víctima. La vida se convierte en una serie de eventos que «simplemente suceden» con nosotros.

Cuando nos sentimos impotentes frente a las circunstancias, perdemos la motivación para actuar. Esto lleva a la pasividad. Empezamos a creer que nada depende de nosotros, y esto destruye el impulso de cambiar algo.

¿Cómo recuperar el control?

Reconoce que, aunque no puedes controlar todo lo que te sucede, puedes controlar tu respuesta a ello. Una postura activa en la vida es buscar qué puedes cambiar y centrarte en lo que puedes hacer ahora.

7. No puedo controlar mis emociones

Muchos a menudo creen que las emociones son más fuertes y no podemos manejarlas. Esta creencia nos convierte en rehenes de nuestros sentimientos y nos lleva a perder el control sobre nuestras reacciones.

Como consecuencia: explosiones emocionales, dependencia del estado de ánimo, incapacidad para construir relaciones estables y lograr objetivos.

El enfoque consciente aquí es un mantra: «Las emociones son señales de mi mundo interior. Puedo observarlas, comprenderlas y regulalas».

Es importante entender que las emociones son una parte normal de nuestra vida, pero no deben controlarnos. Hay que aprender a ser conscientes de nuestros sentimientos, entender sus causas y encontrar formas de gestionarlos constructivamente. Desarrollar nuestra inteligencia emocional.

La felicidad no depende de las circunstancias externas, comienza dentro de nosotros. Nuestras creencias juegan un papel clave en cómo percibimos el mundo y reaccionamos ante él.

Desprendiéndonos de falsas convicciones, nos liberamos de estrés innecesario y decepciones, recuérdalo.

Y una cosa más: cambiar creencias profundas es un maratón, no un sprint. Y aquí es importante ser paciente contigo mismo. Cada día, eligiendo una forma de pensar más saludable, con pequeños pasos puedes hacer tu vida un poco más libre y feliz.

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